Cultura

Casa de Nadie, la historia de un argentino viviendo con dos prostitutas en Barcelona

Laureano Debat presentó en Mar del Plata su novela Casa de Nadie, en los primeros días de septiembre, en la librería El gran pez. Se trata de la historia de dos mujeres chilenas, madre e hija, que ejercieron la prostitución en Barcelona, España.

Casa de nadie, el libro de Laureano Debat publicado por la editorial catalana Candaya, ya se encuentra en Argentina y, especialmente, en Mar del Plata, ciudad elegida para presentarlo.

El autor compartió piso con ellas mientras estudiaba un master en creación literaria en la universidad catalana. Definida como una novela de interiores, entre la ficción y la realidad, el oficio periodístico de Debat no soslaya la crónica y la bitácora para dar en la tecla de una realidad casi reñida con el verosímil literario. “La memoria es un archivo de verdad y también de ficción”, dice. Es que aprovechar una circunstancia tan servida, para un escritor y periodista argentino que emigra con una beca para estudiar un master en creación literaria, que le alquila a dos escorts una habitación cuya ventana da al patio de un convento de monjas, no es cosa fácil aunque se posea el talento de Debat. Pues bien, el periodista nacido en Lobería saca todos los recursos adecuados y los aprovecha al máximo para dar lugar a una novela inolvidable.

Después de agradecer a la librería, a Marcelo Franganillo “quien trabajó mucho por promover la presentación”, y todos los presentes, entre los que se contaban sus familiares, amigos y público en general, entrevistado por Marianela Nicocia y Sebastián Chilano, dio algunos detalles y muchos secretos del éxito.

-Sebastián Chilano: Quizá como un vicio de profesión (NdR.: Sebastián Chilano es, además de escritor, médico), para mí era una radiografía. Cuando lo leía pensaba que esto es una radiografía de un año, del año 2010, de un hombre que se muda a Barcelona y que es una novela de indicios en la que lentamente vas entrando en el 2010. Te cuenta que hay un Mundial y vos decís “Ah, cierto, había un Mundial, el de Sudáfrica”, y te cuenta que había un libro que era exitoso que era el libro El secreto, que fue una bomba editorial de su momento. Es una novela de pequeños detalles y hay detalles que son muy potentes como las camas con topes para que no hagan ruido cuando chocan contra la pared y ahí se va empezando a entrar en la novel. Lo lógico sería preguntar por las mujeres pero yo lo pensé al revés, a mí me pareció muy interesante no la vida de las mujeres, sino la vida del escritor y cómo toma ese escritor ir a vivir ahí, qué es lo que le pasó en su vida, a vos como escritor, de ir a vivir ahí y después contarlo.

-Laureano Debat: Fue una cosa muy extraña, hacía cuatro meses que estaba en Barcelona y me tenía que mudar. Entonces un vecino de ahí, un taxista marplatense que vivía en el mismo edificio, me dice que había conocido a una chica con su hija, muy macanudas, y que ellas querían alquilar una habitación, que estaba a dos cuadras. Voy a ver el piso y me encantan las condiciones, y ellas muy simpáticas, me atendió Sonia, la hija. El balcón de mi habitación daba al patio de un convento de monjas. Y a los tres o cuatro días que llevaba la casa, un día de semana normal, la veo a Sonia en tanga a las 10 de la mañana, día de la semana, horario laboral, pintándose los labios en el espejo y acomadándose con un atuendo muy sexy. Yo no entendía nada. Y ella me dice: “Ah, sí, cariño, estás viviendo con dos prostitutas”. Me habían dicho que trabajaban en casa pero se les había olvidado decirme de qué. Entonces empieza de casualidad, no es que voluntariamente decido ir a vivir con dos prostitutas, el destino me encuentra en una casa viviendo con dos prostitutas que eran madre e hija. Yo estaba estudiando un máster de creación literaria para tratar de profundizar mi faceta de escritor, así que no me queda otra que escribir la historia, era como que estaba obligado, pero en realidad a medida que fue pasando el tiempo y me fueron contando su historia es que empieza a construirse, al principio yo no las conocía todavía. A medida que las fui conociendo y me fueron contando que venían de la clase alta chilena, una historia complejísima, llena de matices, ahí fue que pensé “acá hay un libro”, esos nueve meses de ese año 2010 y cómo era la vida de dos prostitutas trabajando en el ámbito doméstico y sobre todo aquello de lo que yo fui testigo, que era todo lo que no tiene que ver con el sexo propiamente dicho sino lo previo y lo posterior, el camarín, el pasado de ellas, qué decisiones toman, qué les pasó en la vida para para llegar a decidir hacer ese trabajo y hacerlo juntas también.

-Marianela Nicocia: ¿La novela la escribís mientras estás ahí viviendo?

-Debat: Ahí empiezo a escribir apuntes, la novela la escribo posteriormente porque necesitaba tomar un poco de distancia de la historia. Nos pasa que naturalizamos muchas cosas, vivimos en pequeñas burbujas sin darnos cuenta, las redes sociales, los algoritmos y todo eso han reflejado algo que ya existía, que es que vivimos en burbujas y naturalizamos cosas y cuando hablamos con otras personas vemos que hay gente que vive otra realidad. A mí lo que me pasaba es que yo contaba lo que vivía en casa y la gente abría los ojos, algunos pensaban que yo les estaba haciendo alguna broma, era uno año en que yo estaba conociendo gente todo el tiempo, en la Facultad, y ahí me daba cuenta de la magnitud. Entonces ahí dije “bueno, si quiero estar a la altura como escritor de la historia que viví necesito tomar un poco de distancia, entonces la novela empieza a tomar forma más adelante, en la casa tomaba apuntes, bitácoras. Con las chicas tenía una relación de compañeros de piso, de amistad y en un momento las entrevisté de alguna manera, a medida que iba configurando un poco y había algunos huecos en algo de su pasado o en algo que yo quería saber empecé a vivir un poquito la casa de cara a un futuro libro. Lo que pasa es que era complicado porque también éramos compañeros de piso. No era que yo vivía en otro lado y venía una vez por semana a entrevistarlas.

-Nicocia: Hablabas de naturalizar y contás mucho que estabas en la cocina, con todo lo que implica estar en la cocina de un lugar, y aparecía Sonia desnuda, entre trabajo y trabajo, ¿cómo fue esa situación?

-Debat: Al principio era raro. La primera vez que la veo desnuda, yo estaba tomando un café y viene Sonia toda transpirada a buscar una copa que el servicio incluía, y me dice “buen día, cariño”. Al principio fue un impacto, era como que no podía evitar mirarle el cuerpo, era la primera vez que había una mujer desnuda y no había un intercambio sexual de por medio, entonces ella muy natural empieza a hablarme de cosas cotidianas, con total naturalidad, y ahí yo me empiezo a sentir más cómodo, me relajo y eso se repite muchas veces, esa parte es del camarín de la prostitución, esos detalles que después entendí cuando empecé a leer muchas novelas, mucha literatura, crónicas sobre la prostitución, casi todo va al sexo, va a la cuestión de los clientes, había poco escrito sobre el costado lateral de la prostitución, que fue de lo que yo fui testigo, un testigo privilegiado de algo que no se había contado mucho. Jimena no andaba tan desnuda en la casa, sólo a veces, estaba cocinando o estaba atendiendo un cliente, tenía las medias corridas y cocinaba, fumaba, era otro carácter, la cocina era el espacio neutral. La comida es muy importante en Casa de nadie, porque ellas habían trabajado en un restaurante, Jimena era muy buena cocinera y había una cuestión de goces, pasarla bien y comer, algo muy mediterráneo y muy argentino también, eso de la sobremesa. Ellas venían de Chile, entonces cocinaban platos mediterráneos, platos de Chile, había una cuestión de agasajo y de cenar todos juntos, incluso como un servicio para los clientes también, a los clientes de más años, más VIP, los invitaban de vez en cuando y me pedían por favor que yo viniera. Algunos me miraban como diciendo “quién es este”, me miraban como un proxeneta. Entonces eso también me da el marco de pasar un poco el perfil o los perfiles de los clientes también, porque cuando hablamos de prostitución también hay que hablar de los clientes, quiénes son los que consumen eso.

-Chilano: De los clientes contás un par, está el viejo italiano, el gasista, los sucios…

-Debat: Sí, está el empleado de Hacienda, Quique se llamaba, que llega y muestra las fotos de las vacaciones con la familia, con la mujer y los hijos en el sudeste asiático antes de echarse un polvo con Sonia. Él era un catalán antiindependentista, y yo había ido con una beca que daban los casales catalanes en el exterior, y el tipo estaba indignado, cómo puede ser que los impuestos se vayan en este tipo que vive con dos prostitutas, que no trabaja… El tipo estaba indignado pero a su vez le mostraba la foto de la familia a la prostituta, esa doble moral muy típica también.

-Nicocia: ¿Llegaste a pensar en trabajar de prostituto?

-Debat: No lo hice, eh, (risas). Lo pensé durante unas semanas y después dije que era una locura. Y pensé si ponerlo o no en la novela y dije “lo voy a poner” porque en un momento de mi vida pensé cosas peores, eh, (risas), aunque no las he hecho, así que eso es lo de menos. Era un año de crisis, se me había terminado la beca, me costó conseguir trabajo, trabajé en cosas precarias hasta que encontré un trabajo más o menos formal. Iba al gimnasio, esos lugares llenos de hedonismo, donde toda la gente es linda y vos estás en esa dinámica, y como que digo “¿por qué no?”. Esas cosas que pensamos en silencio y que no se las contamos a nadie y cometemos el error de contarlas en una novela, dejamos todo por la historia (risas). Fue muy loco. Es un poquito volver a cómo se vivía en esa casa, a cómo vivía yo esa historia también y a cómo me afectaba. Y el tema de los peligros está también. O sea, si yo hubiera vivido esta historia con 20 años hubiera sido diferente a los 28 y 29 con los que la viví. Ya venía bastante curtido en algunas cosas que si hubiera tenido 20 hubieran sido diferentes.

-Nicocia: ¿En qué sentido?

-Debat: En todo, hubiera dicho que sí a un montón de cosas y cometido locuras. Esto es una ucronía, no lo sé, porque me tocó vivir a esa edad y si hubiera ido a los 20 no las hubiera conocido. Pensé dedicarme a la prostitución y no lo hice.

-Nicocia: ¿Te dio miedo en algún momento estar ahí?

-Debat: Sí. Dos miedos tuve. Con respecto a mí tuve miedo en la última etapa, cuando vienen las hijas pequeñas de Jimena y ahí se estaban cometiendo un montón de delitos juntos. Ahí era una cosa heavy. Ahí dije “bueno, si viene la policía acá no queda nadie”. Pero bueno, nunca pasó. Y sobre todo al principio cuando yo me entero, el miedo de que pasara mucha gente, si bien era una casa donde ellas estaban trabajando de prostitutas, yo en ningún momento tenía contacto con los clientes, más allá de una cena, pero no era un desfile, no era un ambiente prostibulario, era una casa en la que los clientes entraban con sus nombres de seguridad, estaba muy controlado. Yo tenía miedo de que les pasara algo a ellas, alguna situación de violencia, que no pasó o nunca me enteré, algún cliente que las golpeara y me preguntaba cómo reaccionar yo en ese sentido.

También me preguntaba por qué me alquilaban una habitación ahí, esa gran pregunta ¿por qué yo? ¿Por qué Sonia, que era la que decidía todo, creía que era una buena idea que yo viviera con ellas? Cuando lo que yo les pagaba le demandaban dos horas de trabajo, dos horas de trabajo era lo que costaba el alquiler mensual. Creo que hay una idea también de tratar de responder esas preguntas en el libro: ¿por qué yo?, ¿por qué me aguantaron nueve meses en esa casa? También había una idea de Sonia de tener alguna cierta normalidad dentro de la casa, tener un “compi” de piso, “ya tengo un compi de piso”, decía, como muy orgullosa, una chica que no tenía amigas, por ejemplo, le costaba mucho hacer amigas, y al contrario la madre tenía un montón.

-Chilano: El miedo no se nota en la novela. No se ve que el protagonista tenga miedo. Y por eso está bueno, porque si hubiera miedo quizás uno en el momento pensaría que es una novela que va a ir hacia lo policial. No hay miedo, no es un narrador que demuestre miedo. Sí es un narrador que muestra bastante soledad, pero no de él mismo, sino que está en una casa en que todo el tiempo hay mucha gente, hay mucho movimiento y hay mucha soledad y creo que el protagonista que más marca eso es la perra. Hay una perra que se llama La niña y es un personaje que está siempre solitario, buscando afecto, y un poco las mujeres en la historia también son así y es como que la soledad en un momento se hace fuerte, se hace bien presente en la novela, incluso una de las protagonistas tiene la pulsión de comprar y esa pulsión de compra también es una manifestación de soledad. Para agradar, como no tiene amigas, compra, acumula y nunca hay un final.

-Debat: Sí, esa compra compulsiva de Sonia se nota y después, a medida que se van acumulando los objetos, me sirve también para marcar el devenir de la historia, cuando se van acumulando los objetos y ya no se usan y se oxidan. Y ya empieza la decadencia, porque empieza la crisis, se profundiza, empiezan a perder clientes y todo eso va acompañando un poco la historia, va pasando que los objetos también cumplen una función narrativa, la mesa de ping pong, objetos imposibles en un departamento, una locura, una parrilla, una televisión plasma para que yo vea el Mundial, todos esos gastos son un pozo.

-Nicocia: ¿Estaban cerca las habitaciones?

-Debat: Más o menos. Estaba el pasillo, la cocina, mi habitación cerca de la cocina y las de ellas estaban del otro lado, no estaban tan cerca y además tenían puertas herméticas, no se escuchaba, pero ellas sí me escucharon, ya lo van a leer. A veces se escuchaba algo, pero muy poco, porque tampoco yo me ponía, no había una cuestión voluntaria de ponerme a escuchar en la puerta, eso no nunca lo hice, no creo que fuera interesante, no aportaba nada si ya las veía por un agujero teniendo sexo. Yo no creo que hubiera aportado más a lo que ya se ha contado durante siglos sobre la prostitución que es el sexo propiamente dicho.

-Nicocia: ¿Cómo elegiste el título?

-Debat: El título original era La vida en rouge, durante todos los años que estuve escribiendo, yo no tenía otro título. Pasa a veces que tenés un título que te gusta y pasa que tenés el único título que hay y no se te ocurre otro. Sonia tenía un cliente que era un argentino que le caía muy mal y era un argentino de estos francófilos y le ponía música de Piaff y ella en un momento tiene un acto fallido y me dice “la vida en rouge”. Estaba bueno, por lo del pintalabios. Cuando ya estaba el libro editado y por salir me llaman los editores y me dicen que a nadie le gustaba el título. No sabía qué hacer, entonces nos juntamos a cenar. Ya estaba viviendo en Zaragoza con Marta y con un amigo editor, Raúl Asencio, de la editorial donde yo trabajo ahora, y su pareja Marina. Hicimos un brainstorming y salió Casa de nadie, por esa cosa de los lugares, apela a esa idea del lugar de paz y todo el lugar, cuando uno dice nadie incluye la totalidad del vacío, incluye lo total. Con la portada pasó lo mismo, las que a mí me gustaban no les gustaban a los editores, parece que nunca voy a ser editor (risas).

-Nicocia: ¿Cómo elegiste el lenguaje para contar la novela, porque vos sos argentino, estabas en Cataluña y por momentos hablás de gatos, togas. ¿Cómo elegiste cómo contar la historia?

-Ahora tengo un castellano muy mestizo, primero porque el castellano que se habla en Barcelona es diferente al castellano que se habla en España, es un castellano catalanizado, con palabras de catalán. Yo fui sabiendo catalán, estudié dos años en La Plata para la beca, hablaba mucho en catalán, entonces hay una mezcla. Las primeras versiones eran más argentinas y las últimas eran más catalanizadas, españolizadas. Dejé que fluyera un poco eso, qué palabras usar, en alguna aparece pollera, aparece falda, follar, coger. En cuanto a la forma de contarla, los nueve meses del presente trabajé con la estética del diario, Piglia me ayudó mucho, Mario Bellatín con Salón de belleza, una novela fascinante, sobre todo leía muchas cosas en presente, ese artilugio que tiene el presente que parece que la historia se está contando como en un falso directo, y el lector está como asistiendo a la escena mientras se está desarrollando. Me interesaba eso, le da un poquito de calma y de quietud, es muy difícil escribir en presente, es un tiempo que es complicado. Y la parte de las chicas, ahí fue un trabajo de recrear el lenguaje de cada una, porque la otra mitad de la novela es ellas contando su propia historia, ellas contándome, en la cocina a través de las preguntas que yo les voy haciendo en esas entrevistas, su pasado, entonces ahí tuve que volver a recrear cómo hablaba Jimena, como hablaba Sonia, que se diferenciaran entre sí. Jimena era bastante más chilena hablando, usaba palabras muy de Chile, y Sonia, como el papá es argentino de Mendoza, y hacía más que estaba en Barcelona tenía una cosa más mezclada. Eso es en pasado. Y a través de ahí tuve que seleccionar también trabajar con el testimonio, evitar la tentación periodística de la entrevista, darle un matiz más literario, más narrativo a la narración de ellas. Después hay una partecita que se va mechando en toda la novela que es la última vez que veo a Sonia, cuando después de meses yo vuelvo a la casa y es otra persona, porque se ha dejado de teñir, ya no trabaja más en la prostitución, hay otra gente en la casa, es como una especie de pesadilla y en esa pesadilla trabajo con el tiempo más condensado, más lento. Esa escena duró en lo real diez minutos y ahí lo cuento como es, es pesado, muy indigesto, había una voluntad de que fuera indigesto porque yo estaba muy molesto ahí con esa última vez que la veo. Nunca más la vi. Por eso ahí trabajé con otro ritmo.

-Nicocia: ¿Escribir sobre vos en algún momento te puso algún signo de pregunta?

-Debat: Sí, muchos. Hay una especie de pacto ético del que ellas nunca se enteraron, pero que me parecía justo que si iba a escribir sobre su intimidad consultarlas. No sabían detalles de lo que iba a escribir, nunca les mostré ninguna versión, pero si yo me iba a meter con su cuerpo, en su intimidad, con sus cosas, me parecía justo que yo pusiera mi parte también. No por el hecho de ensombrecerlas ni por ponerlo, sino que el rol mío es una especie de personaje secundario, siempre subordinado a la historia. Lo que yo cuento de mi intimidad, que también tuve que hacer un trabajo de pensar qué cuento y qué no cuento, siempre está subordinado a la historia de ellas. Ellas son las protagonistas.

Sobre todo cuando hay un pacto con el lector, hay una aclaración al principio, entonces ya ahí se lee como que eso pasó. Después uno no escribe sobre la realidad de manera robótica, ahí le mete la ficción, trabaja con el ritmo, altera. Pero sí, me costó, y bueno, se van a enterar cosas mías, esto sirve para vender libros (risas).

-Chilano: La siguiente gran pregunta es si sabés si ellas lo leyeron.

-Debat: Sí, sé que no lo leyeron, hasta donde yo sé no lo leyeron. No sé si llegó a Chile. Ellas saben que el libro salió.

Sonia, siempre enigmática, me escribió un correo diciéndome “gracias por acordarte de nosotras”. No sé si le parecía bien o mal. Siempre el enigma. No sé tampoco si ellas querrán leerlo, siempre tengo esa duda, no sé cómo recordarán ese año, quizá lo recuerdan de manera traumática, no lo sé. Hemos cambiado mucho todos estos años los tres, también fantaseo con reencontrarme con ellas, aunque no sé si me gustaría reencontrarme con ellas ahora o reencontrarme con ellas en 2010, y volver a esa casa. Me preguntaron si yo les he enviado el libro y yo prefiero que me lo pidan ellas, porque me parece un acto un poco violento, a lo mejor no quieren enfrentarse a eso, pero obviamente siempre uno piensa cómo lo van a leer, no sé si alguna vez lo leerán, me encantaría. Pero tampoco es algo determinante, si ellas no lo quieren leer yo las entiendo perfectamente, porque los últimos meses fueron muy duros para ellas, sobre todo para Sonia.

-Chilano: Pensándolo al revés, si ellas hubieran escrito sobre vos, ¿lo leerías?

-Debat: Totalmente. Sobre todo para saber como recordarán estas mismas escenas. Por ejemplo, hay gente que aparece y lo leyó y me ha dicho que no lo recordaba así, algunas cosas sí y otras no. Y ahí está el tema de ficción y realidad, cada uno recuerda diferente.

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